Burela, es un pueblo costero, de la Mariña Lucense, en la provincia de Lugo y celebra sus fiestas en honra a San Juan Bautista y la Virgen del Carmen, patrona de los marineros. Una curiosidad de esta festividad, es que no se celebra en ninguna de las fechas coincidentes con el santoral, por motivos de trabajo del mar, la costera del bonito, y para que estos hombres puedan acompañar a su virgen, se celebra en el primer fin de semana del mes de junio, (primer domingo de este mes).
En esta fiesta, uno de los actos más fervorosos y populares, es la confección de una alfombra floral, el sábado de ese primer fin de semana durante todo el día, para que después de la celebración litúrgica a las 21:00 horas, la Virgen del Carmen, junto con San Juan Bautista, sale engalanada a hombros de marineros agradecidos y desciende por ese mar de flores, que vecinos confeccionaron para ella, cara al puerto, donde esperará hasta el día siguiente, para ser llevada en procesión por el mar, en barco, lo cual es un orgullo para el patrón del mismo.
Desde hace años, grupos de vecinos adornan las calles para ese momento tan especial de devoción. A su inicio, solo adornaban con espadaña, hinojos, y flores de Nuestra Señora (especie de enredadera), pero con el paso del tiempo, este acto de Fe, se fue perfeccionando y desde 1994 se comenzó a confeccionar una alfombra unificada desde la Iglesia Parroquial hasta la entrada del puerto, unos 3600 m2, llenos de ilusiones, alegrías, superaciones y también trabajo, pero trabajo satisfactorio, de ese que deja buen sabor de boca.
La creación de la alfombra comienza unos cuatro meses antes del día. Se decide la temática para los tramos a elaborar, pero no es hasta el mes de mayo, mes de las flores, cuando el trabajo se multiplica. Mientras unos pasan los dibujos originales a cartón en escala para hacer las plantillas, que ese día se sacan a la calle, otros se encargan de ir preparando y picando el verde y las flores. En el proceso, una marea de voluntarios se implica de una manera u otra; la gente deja los bajos de sus casas para juntarse para el picado, la selección de flores, etc. Personas creativas ayudan a hacer los dibujos, los dependientes de las tiendas van guardando cajas para la posterior selección, trabajadores municipales que recorren kilómetros y kilómetros consiguiendo el verde para después picar, hosteleros que aportan tortillas, pan o empanadas, para hacer más llevadero el trabajo, gente anónima que da limosnas para las flores de la Virgen, gente mayor que ya no puede hacer el trabajo más duro, se acercan con cafeteras para hacer un descanso y echar unas risas y personas que cuidando todo el año su jardín, dejan que sus flores acaben en las cajas para un buen momento.
En las tres primeras semanas de mayo, la labor más importante es el picado del verde, una labor intensa y constante para dejar todo listo para la última semana, la semana de la flor. Primero se trata la margarita, se selecciona la más grande para poner entera y la más pequeña se deshoja, y luego a mediados de semana se comienza con todo tipo de flores: geranios, hortensias, claveles, pendientes de la reina… para rematar los dos últimos días con las rosas, ya que son las más delicadas.
También se preparan los tintes para dar las distintas tonalidades que se precisen, sobre todo en serrín o sal, ya que las flores no tienen todos los colores. Otro material que se usa es el caolín y las borras de café, que van guardando las cafeterías del pueblo durante un mes y que luego hay que cribar y secar al sol.
En el 2019 se conmemoró el XXVI aniversario y el tapiz estuvo inspirado en el cómic y los vídeos juegos. En 2020 debido a la pandemia del Covid-19, no se pudo celebrar tal y como siempre, por lo que los alfombristas realizaron un tapiz simbólico en la Plaza del Ayuntamiento. Este año 2021, la organización está pendiente del avance de la pandemia y de las autoridades competentes en materia sanitaria, que valorarán la viabilidad del evento.
Esta obra de arte es efímera, es trabajos, necesita de muchas manos y de mucho tiempo para su elaboración, pero con ilusión y esfuerzo todos los años se consigue, cada vez más perfeccionada y minuciosa, convirtiéndose en un acto de devoción, culto y convivencia, convirtiendo a BURELA por unas horas en un MAR DE FLORES.